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Formar por competencias empleando un referente internacional

El término «competencias» se ha utilizado con inusitada frecuencia en los últimos años. Definiciones van, definiciones vienen, la verdad es que pocos tienen claridad sobre el concepto. ¿qué significa competencia y a qué se refiere?

Para definirlo en pocas palabras y de forma sencilla, competencia es la capacidad para aplicar conocimientos prácticos y experiencia personal en una habilidad que está enfocada en obtener un resultado específico.

Dos conceptos destacan en esta definición: obtener un resultado y capacidad. Tomándolos en cuenta, puede decirse que competencia es la capacidad para obtener resultados.

¿Cuántos resultados pueden esperarse de una actividad humana?  Son tantas y tan variadas, que sus resultados son innumerables, pero existen algunas actividades que se destacan por la importancia de los resultados que producen; y aquellas cuyos resultados son relevantes en la agregación de valor, pueden clasificarse con relativa facilidad como funciones productivas.

Una función productiva es un conjunto de actividades humanas que se realizan con el propósito de mejorar alguna condición, sea de algún material, o de algún servicio. El resultado es lo que establece el sentido y la dirección de las actividades, por lo que sirve de guía, tanto para determinar los niveles de calidad en su proceso de realización, como de capacidad de las personas que lo realizan. Por esto es que competencias y calidad son dos conceptos que van de la mano. La competencia es la aptitud para realizar un proceso de tal forma que el resultado corresponda con las especificaciones de lo que se espera de ese proceso.

Pero si bien esta definición aclara lo que la competencia es, la enorme confusión que prima sobre el concepto, obliga asimismo a delimitarlo estableciendo lo que no es. La competencia es aptitud, capacidad, no es actitud, es decir disposición, y aunque esto pareciera obvio, la mayoría se confunde con los términos.

Para aclarar: la aptitud consiste en ser capaz de realizar las actividades de acuerdo con métodos que son replicables y que pueden ser aprendidos, mientras que la actitud es la conducta resultante de los sentimientos, las emociones y los valores en la realización de la misma actividad, y de ahí la confusión.

No se concibe que una actividad pueda hacerse sin actitud, lo cual es cierto. Sin embargo la distinción es crucial para enfocar habilidades y aptitudes en campos diferentes del desarrollo de la persona.

La habilidad entendida como capacidad, que es a lo que llamamos competencia, replica un método probadamente eficaz de realizar una actividad; y si bien es cierto que esta replicación se realiza siempre en una circunstancia emocional y bajo ciertos principios subyacentes, la competencia siempre podrá difenrenciarse de la actitud por que mientras la competencia es sostenible, la actitud varía momento a momento. Esta distinción es tan crucial, que establece la posibilidad de replicarla, como sustento didáctico, mientras la circunstancia, que es muchísimo más variable, permite en todo caso valorarla (assess).

La formación por competencias es posible si se mantiene claramente la distinción entre la habilidad y su circunstancia emocional, porque en vista de que lo que guía la competencia, junto con el proceso al que se aplica, es el resultado esperado, una clasificación eficaz de los resultados de las aplicaciones productivas más relevantes, puede redundar en el establecimiento de estándares que sirvan de guía para desarrollar las habilidades, mientras se reserva actitudes y valores para una actividad de desarrollo humano diferenciada de aquel otro que es didáctico, es decir, transferible mediante un proceso de aprendizaje.

Esto es lo que ha dado lugar a la creación de referentes internacionales para la formación por competencias.

Quede claro que la disposición también puede desarrollarse mendiante un proceso de aprendizaje, pero la forma de evaluar el aprendizaje de una actitud, y el aprendizaje de una aptitud, es totalmente distinto. En el caso de las aptitudes o habilidades, es decir, de las competencias, la evaluación puede realizarse mediante pruebas o exámenes tanto a gisa formativa como sumaria, mientras que la valoración de las conductas, sólo puede hacerse de manera muestral. Esto se debe a la naturaleza más variable (circunstancial) de las actitudes, con respecto a la naturaleza más permanente o menos impermanente de las aptitudes.

Esta idea se torna muy reveladora, pues el establecimiento de referentes internacionales no sólo es útil en el proceso formativo con todas las evaluaciones que esto implica, sino que al mismo tiempo, deviene útil para la evaluación sumativa de las competencias. Si puede establecerse un estándar para ambos efectos, es precisamente en virtud de la naturaleza más permanente de las competencias, con respecto a la disposción mostrada al ponerlas en práctica.

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